Al despertar, vemos que toda la nieve se ha desvanecido. Nos levantamos bastante pronto, sobre las 8, para desayunar y salir del hotel antes de las 10. (me estoy empezando a sentir mal de tanto comer nocilla y tostadas con mermelada…).
El plan de hoy se plantea más tranquilo: hacer un crucero por el Bósforo que nos deja en las puertas del Mar Negro durante hora y media de ida, y lo mismo de vuelta. Es muy recomendable hacerlo, las vistas desde el barco, ver el Dolmabahçe desde el mar, los puentes que cruzan el cuerno de oro, las casas de lujo que asoman a las afueras de Estambul, las murallas y restos de castillos que van apareciendo…
En el destino, teníamos 3 horas libres para comer y visitar los restos de un castillo que hay arriba de la montaña.
La cuesta se hace bastante pesada, pero merece la pena. Desde arriba se puede ver cómo se abre el mar Negro, cómo van pasando grandes barcos… y lo que se conserva del castillo. Después de las fotos de rigor, decidimos ir a comer.
Comemos en lo alto de la montaña, con vistas al mar y como unos señores. Conseguimos al ser tantos, menú por 10YTL, chipirones y mejillones rebozados con patatas, y de segundo dorada con pan y bebida. Una vez abajo, mientras esperamos al barco hacemos un helado de postre.
El trayecto de vuelta en barco es más tranquilo y las vistas son las mismas, por las que tomamos un té en el barco mientras llegamos.
Una vez de vuelta, dónde se coge o deja el ferry está muy cerca del mercado de las especias, por lo que decidimos ir a visitarlo. Este es mucho más pequeño que el gran bazar, pero tiene como origen los antiguos mercados de especias que provenían de Egipto.
Dentro del bazar, los precios son más caros que por las afueras, pero es un auténtico espectáculo como van a por ti todos los comerciantes, el palique que tienen, cómo se te ganan haciendo 4 chistes en español o diciéndote que huelas el té al que le echan perfume para que huela. En el mercado básicamente venden especias, té y delicias turcos, unas especie de gominolas con frutos secos por dentro, dátiles con nueces; además de souvenirs para turistas. Después de ver el mercado y los alrededores, dónde también hay multitud de tiendas de ropa y zapatillas de imitación, vamos a merendar.
Encontramos un restaurante donde hacen un kebab de cordero a la parrilla riquísimo. El mejor kebab de Estambul, y quizás el que he probado nunca. Para hacer tiempo para la cena, decidimos volver dónde fuimos el primer día a fumar sisha.
Por el camino, acordamos con un comercial la cena en un restaurante que parecía que era bastante caro allí. Al ser tantos, se podía sacar buen descuento de grupo. De nuevo, por 10YTL, sacamos menú de dos platos con bebida y postre. Pero este fue espectacular. Si mirabas a la carta daban miedo los precios, pero el trato fue exquisito, el primer plato, de pa de pita con varios patés y salsas riquísimo; el segundo, de un arroz con carne con una salsa que no sé que era, fue espectacular; y las delicias turcas, de dátiles con nueces, pasas con dulces, nueves “rebozados” de pistacho…. apoteósico. Además, nos ofrecieron fumar sisha, pero nos supo mal tanta hospitalidad…
El cansancio y el atracón hacen mella, por lo que decidimos ir al hotel a descansar, que mañana se plantea como un día duro de compras.
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