Me levanto sobresaltado después del WATAAAAAAAAOOOOOOO que ha exclamado un japonés asustado del aire que se le cayó a uno de los Jordis… El día empieza fuerte.
Desayunamos, y creemos que el camino de hoy será fácil, pero a lso 5 km kilómetros, tenemos el primer percance: a Alfredo y a Juanky se les ha olvidado la cámara de fotos en el albergue…
El resto, les esperamos un poco más adelante. El camino está atestado de peregrinos, se nota la cantidad de gente que va para hacer los últimos 100 km… El camino sigue rodeado de verde, caballos, árboles… es una jodida pasada.
El terreno consiste, de nuevo, en un constante sube y baja, trialeras, piedras, charcos, agua…
Juanky anda jodidísimo de una rodilla, por lo que entre Rubén y Alfredo se reparten sus alforjas, y va tirando como puede. Cada 500 metros, hay un cartel al lado del camino que te pone la distancia que te queda para Santiago, y con todo lo que llevamos, sabemos que no es nada, pero se hace pesadísimo ver cómo van bajando y lo que te falta continuamente.
El tercer pinchazo del camino se presenta de nuevo de repente y entre Alfredo y Juanky me cambian la rueda. Nos vuelven a adelantar un montón de peregrinos de a pie que vaya ritmazo llevan algunos…
Los kilómetros pesan muchísimo, y se nota que no hay prisa por llegar. Asusta el hecho de que el camino se acabe…
Hay una montaña, que al menos, en mi mapa de perfil, no salía, justo antes del monte do Gozo, durísima... y le sigue un sube y baja continuo por unas cuestas empinadísimas. Poco después llegamos ya a una zona más industrial, pasamos por delante de la tele gallega… y el monte do Gozo, la entrada a Santiago.
Desde aquí se pueden ver las torres de la catedral… Bajamos a Santiago, y alucinamos con la cantidad de tráfico que hay. Nos perdemos, pero nos cuesta poco encontrar la catedral…
Y por fin, bajando por unas escaleras laterales de la catedral donde retumba una gaita, se abre la plaza del Obradoiro. La sensación de llegar es alucinante… te viene de repente todo lo que has sufrido y todo lo que has vivido para llegar allí, y una vez que llegas, es indescriptible.
Como, por lo visto, es bastante típico, nos plantamos en el medio de la plaza, tiramos las bicis, nos felicitamos unos a otros, reímos, abrazos y muchas fotos, y nos tiramos al suelo a disfrutar el momento, a saborear la victoria…
Es curioso, pero cuando empecé en Pamplona solo no me imaginaba que iba a llegar a Santiago en un grupo de 8 ciclistas, con los cuales hemos compartido un montón de comidas, cenas, cañas, risas, habitaciones, kilómetros, sufrimiento… y la celebración que nos quedaba!
Una vez allí, nos dividimos, cada uno duerme en un sitio distinto, y quedamos todos juntos para cenar con otros bicigrinos. Nos despedimos de Paco y César, que nos explican cómo y dónde envían las bicis a casa, y nos vamos al hotel.
La tarde la dedicamos a descansar, comprar algo de ropa para salir a la noche, que después de 10 días con lo mismo, a pesar de que lo laves, hay ganas de dar un cambio de imagen… Pasamos por la oficina del peregrino a recoger nuestra compostelana (ojo, decir que se va por motivos espirituales o religiosos, porque si no te quedas sin ella), el diploma que acredita que hemos hecho el camino en año santo… todo en latín, bastante curioso.
Quedamos a cenar y por 8’50€ nos hacemos la mejor cena del camino, yo pido croquetas brutalmente grandes y ricas y de segundo lenguado, donde me ponen dos lenguados inmensos… y de postre, más tarta de Santiago y chupitos de café.
Después de cenar, empieza la despedida, los Jordis parten al día siguiente temprano… y el resto nos vamos de fiesta.
El resto del viaje solo son banalidades, una buena borrachera (2 copas por 6€ y sin ser de garrafón, o un garrafón muy logrado…), y al día siguiente resaca, compras, puerta del perdón, despedida y cierre.
Desde aquí, dar gracias a Andi por darme su nombre en Irache bebiendo vino, a Ruben por decir que les acompañara y animar en alguna cuesta arriba, a Paco y César por un pincho de tortilla que algún día les devolveré y su punto de vista experimentado del camino, a Juanky por vacilarme constantemente e invitarme a unos cigarros antes de ir a dormir… a Alfredo, por su punto de vista rojillo y su cinismo constante y su forma de ver la vida, a Ricardo, por las copas que nos pagamos mutuamente la última noche y quedarse rezagado que disimula en cansancio del resto, y a los Jordis, por su “clar que si tiu, autèntic, clar que si”.
Saludos!
Desayunamos, y creemos que el camino de hoy será fácil, pero a lso 5 km kilómetros, tenemos el primer percance: a Alfredo y a Juanky se les ha olvidado la cámara de fotos en el albergue…
El resto, les esperamos un poco más adelante. El camino está atestado de peregrinos, se nota la cantidad de gente que va para hacer los últimos 100 km… El camino sigue rodeado de verde, caballos, árboles… es una jodida pasada.
El terreno consiste, de nuevo, en un constante sube y baja, trialeras, piedras, charcos, agua…
Juanky anda jodidísimo de una rodilla, por lo que entre Rubén y Alfredo se reparten sus alforjas, y va tirando como puede. Cada 500 metros, hay un cartel al lado del camino que te pone la distancia que te queda para Santiago, y con todo lo que llevamos, sabemos que no es nada, pero se hace pesadísimo ver cómo van bajando y lo que te falta continuamente.
El tercer pinchazo del camino se presenta de nuevo de repente y entre Alfredo y Juanky me cambian la rueda. Nos vuelven a adelantar un montón de peregrinos de a pie que vaya ritmazo llevan algunos…
Los kilómetros pesan muchísimo, y se nota que no hay prisa por llegar. Asusta el hecho de que el camino se acabe…
Hay una montaña, que al menos, en mi mapa de perfil, no salía, justo antes del monte do Gozo, durísima... y le sigue un sube y baja continuo por unas cuestas empinadísimas. Poco después llegamos ya a una zona más industrial, pasamos por delante de la tele gallega… y el monte do Gozo, la entrada a Santiago.
Desde aquí se pueden ver las torres de la catedral… Bajamos a Santiago, y alucinamos con la cantidad de tráfico que hay. Nos perdemos, pero nos cuesta poco encontrar la catedral…
Y por fin, bajando por unas escaleras laterales de la catedral donde retumba una gaita, se abre la plaza del Obradoiro. La sensación de llegar es alucinante… te viene de repente todo lo que has sufrido y todo lo que has vivido para llegar allí, y una vez que llegas, es indescriptible.
Como, por lo visto, es bastante típico, nos plantamos en el medio de la plaza, tiramos las bicis, nos felicitamos unos a otros, reímos, abrazos y muchas fotos, y nos tiramos al suelo a disfrutar el momento, a saborear la victoria…
Es curioso, pero cuando empecé en Pamplona solo no me imaginaba que iba a llegar a Santiago en un grupo de 8 ciclistas, con los cuales hemos compartido un montón de comidas, cenas, cañas, risas, habitaciones, kilómetros, sufrimiento… y la celebración que nos quedaba!
Una vez allí, nos dividimos, cada uno duerme en un sitio distinto, y quedamos todos juntos para cenar con otros bicigrinos. Nos despedimos de Paco y César, que nos explican cómo y dónde envían las bicis a casa, y nos vamos al hotel.
La tarde la dedicamos a descansar, comprar algo de ropa para salir a la noche, que después de 10 días con lo mismo, a pesar de que lo laves, hay ganas de dar un cambio de imagen… Pasamos por la oficina del peregrino a recoger nuestra compostelana (ojo, decir que se va por motivos espirituales o religiosos, porque si no te quedas sin ella), el diploma que acredita que hemos hecho el camino en año santo… todo en latín, bastante curioso.
Quedamos a cenar y por 8’50€ nos hacemos la mejor cena del camino, yo pido croquetas brutalmente grandes y ricas y de segundo lenguado, donde me ponen dos lenguados inmensos… y de postre, más tarta de Santiago y chupitos de café.
Después de cenar, empieza la despedida, los Jordis parten al día siguiente temprano… y el resto nos vamos de fiesta.
El resto del viaje solo son banalidades, una buena borrachera (2 copas por 6€ y sin ser de garrafón, o un garrafón muy logrado…), y al día siguiente resaca, compras, puerta del perdón, despedida y cierre.
Desde aquí, dar gracias a Andi por darme su nombre en Irache bebiendo vino, a Ruben por decir que les acompañara y animar en alguna cuesta arriba, a Paco y César por un pincho de tortilla que algún día les devolveré y su punto de vista experimentado del camino, a Juanky por vacilarme constantemente e invitarme a unos cigarros antes de ir a dormir… a Alfredo, por su punto de vista rojillo y su cinismo constante y su forma de ver la vida, a Ricardo, por las copas que nos pagamos mutuamente la última noche y quedarse rezagado que disimula en cansancio del resto, y a los Jordis, por su “clar que si tiu, autèntic, clar que si”.
Saludos!
se nota q te lo pasaste genial,a sido una aventura para ti inolvidable,en el camino aprendes muchas cosas,yo creo q ultinamente se nota por q estas cambiando mucho tu forma de ser,eres mas positivo,i me gusta,te quiere tu tio
ResponderEliminarEl placer fue todo mío. Espero poder compartir otro viaje/aventura contigo y porque no, con todos los que llegamos a Santiago y bebimos de la bota de vino de Paco y Cesar!!
ResponderEliminarUn abrazo compañero!